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¿Quién eres en ‘The Last Kingdom’ según tus preferencias alimentarias?

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Bienvenido al cuestionario: ¿Quién eres en The Last Kingdom según tus preferencias alimentarias?

Sobre The Last Kingdom en pocas palabras:

El Último Reino es una serie dramática histórica ambientada en la Inglaterra del siglo IX durante las invasiones vikingas. Basada en las novelas de Bernard Cornwell, la serie sigue el viaje de Uhtred, un guerrero sajón criado por vikingos que debe elegir entre su lealtad a su país de nacimiento y su cultura adoptiva. Con épicas batallas, intriga política y personajes complejos, El Último Reino es una emocionante representación de un momento crucial en la historia británica.

Conoce a los personajes de The Last Kingdom

Uhtred

Uhtred es puro fuego: soldado, bocazas encantador y desastre con armadura, siempre listo para una pelea y para robarse el último trozo de pan (o la novia, según el día). Leal hasta la médula a quienes ama, pero con una brújula moral más torcida que una herradura —a veces honorable, a veces un pillo— y eso lo hace imposible de predecir. Tiene un sentido del humor tercermundista, jura que odia los sermones pero secretamente colecciona historias —sí, lo he visto tomar notas, no sé por qué—. Es el clásico antihéroe que te hace querer seguirlo al fin del mundo… y también te hace negar todo por su culpa.

Aelswith

Aelswith es como una pared de alabastro: rígida, devota y absolutamente convencida de que lo suyo es lo correcto, aunque te haga respirar por la boca cada vez que habla. Política hasta el tuétano, maneja intrigas y reproches con la misma calma, pero también tiene momentos de miedo real (se derrumba en privado, o eso dicen, yo lo vi una vez o al menos me lo imagino). Es madre, es consejera y a ratos parece una obsesiva de los conjuros morales —y sí, detesta a Uhtred, con pasión, aunque lo niegue con frases piadosas—. A veces me da la sensación de que cocina raro cuando está nerviosa; no sé si eso es literal, pero me lo imagino.

Sihtric

Sihtric es ese vikingo joven que parece salida de una taberna: ruidoso, impetuoso, belicoso, y con un corazón enorme bajo esa capa desordenada. Se emociona por la batalla pero también por la gloria y el reconocimiento —y ojo, es sorprendentemente sentimental con un par de recuerdos, cosa que no esperaba—. Habla sin filtro, toma decisiones como quien elige una cerveza, y luego se sorprende del resultado; adorable y aporreable al mismo tiempo. Tiene una risa contagiosa y, de verdad, creo que alguna vez intentó bordar (o eso me contó un cuervo imaginario).

Aethelflaed

Aethelflaed es elegante y letal en la política: la mezcla perfecta entre inteligencia fría y una voluntad de hierro, lidera con sentido y con algo de ternura escondida. Es estratégica pero humana, sabe cuándo ser firme y cuándo derramar una sonrisa calculada; esos gestos mínimos dicen más que un ejército. Protege a su gente como una madre lobo y, sinceramente, cuando sonríe la mitad del salón se rinde (hipérbole, pero casi). Tiene una obsesión adorably absurda con los mapas y los caballos, o eso recuerdo —puede que sea fanfiction mía—.

Brida

Brida es pasión pura y peligrosa, una fuerza incontrolable que puede amar con todo y luego romperlo todo en el siguiente latido. Paganismo, furia, lealtad ciega (a Uhtred en origen y después… bueno, todo cambia), y esa mezcla la vuelve fascinante y aterradora a la vez. No hay medias tintas con ella: o la sigues hasta la hoguera o te apartas, pero te dejará marcada para siempre. A veces me parece que colecciona flores —sí, flores— y eso choca tanto con lo otro que me hace reír.

Finan

Finan es la voz de la ironía y la espada afilada, el tipo que te cuenta un chiste antes de clavarte una daga en el alma por salvarte la vida. Irlandés, leal hasta la extenuación, con sarcasmo fino y corazón de oro (y con historias tristes que te rompen cuando menos te lo esperas). Es práctico, le encanta meterse en problemas pero también limpiar lo que rompió —literal y emocionalmente—, y tiene un sentido del humor donde caben libros y golpes. Pequeño gran detalle: jura que hace té mejor que cualquiera, aunque no sé si sea verdad.

Beocca

Beocca es el cura con más vida interior que una biblioteca entera: consejero, moralista y a la vez con manos para ensuciarse la sotana cuando hace falta. Te suelta sermones pero luego te da el abrazo que no pedías; es esa mezcla de fe y humanidad que a veces parece contradictoria y por eso lo quiero. Sabe de libros, sabe de gente, y tiene una paciencia casi eterna salvo cuando alguien le roba el pan (sí, lo defiende con uñas y dientes). Además, rumor pequeño: colecciona plumas, o eso vi en una esquina polvorienta; me pareció tierno.

Aldhelm

Aldhelm es el monje-casi-tímido que tiene más curiosidad que peligro, siempre con un libro bajo el brazo y un chisme mental que no puede dejar pasar. Estudioso, leal a su fe y a su gente, pero con una chispa de rebeldía (o al menos de preguntas) que lo hace menos predecible de lo que aparenta. Se equivoca, aprende, se pregunta, y a veces actúa con una valentía silenciosa que te sorprende. Y sí, juro que una vez lo imaginé peleando con una pluma gigantesca o algo loco —no me juzgues, estaba inspirado—.

Osferth

Osferth es el tipo silencioso que habla con los ojos: fuerte, misterioso, con una lealtad fría y práctica que en el fondo es pura nobleza aunque no le guste decirlo. Hijo ilegítimo o no, carga con un pasado complicado y una dignidad de acero; no es de muchas palabras pero cuando actúa, lo hace bien y sin fanfarrias. Es eficiente, serio y sorprendentemente tierno en momentos privados —ni él lo admitiría, claro—. Pequeño detalle raro: parece gustarle leer en voz alta cuando nadie lo escucha; no sé si es real pero me encanta imaginarlo.

Alfred

Alfred es el guerrero del intelecto: rey, visionario, obsesionado con la unidad y con la idea de Inglaterra, y también un tipo con mil complejos que lo hacen humano (y a veces insoportable). Estratega, religioso y terriblemente débil en cuerpo pero feroz en mente, maneja el poder con una mezcla de moral y cálculo que deja exhausto a cualquiera. Tiene momentos de ternura y momentos de rigidez total —no es fácil saber cuándo cambia—, y esa tensión lo hace apasionante. Y, por alguna razón, siempre imagino que guarda un reloj de arena con una dedicatoria; puede que me lo invente, pero queda bien.