Sobre Sweet Tooth en pocas palabras:

Sweet Tooth es una serie original de Netflix basada en el cómic de DC del mismo nombre. Ambientada en un mundo post-apocalíptico, la serie sigue las aventuras de Gus, un joven que es parte ciervo, mientras emprende un viaje para descubrir la verdad sobre sus orígenes y los orígenes del virus que ha diezmado el mundo. En el camino, se une a un solitario gruñón llamado Jeppard, y los dos forman un vínculo improbable mientras navegan por un mundo peligroso e impredecible lleno de todo tipo de amenazas.

Conoce a los personajes de Sweet Tooth

Tommy Jepperd

Tommy Jepperd es ese tipo enorme y complicado que te derrite y te asusta a la vez; siempre con cara de pocos amigos pero con manos que curan más que cualquier medicina. Es protector hasta lo ridículo, hace promesas que parecen imposibles y luego se rompe por cumplirlas, aunque te diga que no quiere ayuda (claro que la quiere). Tiene un pasado oscuro que lo sigue como una canción pegajosa y, sorpresa, le gustan las cosas simples como la música country y —a veces— hornear (o eso dice, la verdad no confío en sus habilidades reposteras). Contradictoriamente puede ser tierno hasta lo cursi y, cuando hace falta, implacable como un frente frío.

Gus

Gus es básicamente el corazón palpitante de la serie: mitad niño, mitad cervatillo, toda la inocencia del mundo y una curiosidad que corta como cuchillo. Es optimista hasta en los peores momentos, pero también guarda miedos profundos que aparecen en gestos pequeños (se le encoje la nariz, o juega con un peluche raro, no sé). Tiene una valentía sorprendente —a veces te hace gritar de orgullo— y una ternura que te hace querer abrazarlo aunque él se resista un poquito. Ah, y come mucho (o eso juraría), a veces olvida que tiene cuernos y se comporta como cualquier chiquillo travieso.

Bear

Bear es el pilar silencioso: enorme, callado y con una mirada que ya te está diciendo todo, sin abrir la boca. Es táctico, superviviente de manual, con reglas propias (pequeñas supersticiones incluidas —tocarse la oreja antes de entrar a un sitio, o algo así—) y una lealtad feroz hacia los suyos. No es ni villano ni santo; es pragmático hasta el hueso y a veces eso lo hace parecer frío, pero tiene momentos de ternura que te rompen el estereotipo. Debajo de esa coraza hay alguien que siente mucho; lo niega, pero se nota.

Aimee

Aimee tiene esa mezcla de estrella de pueblo y guerrera cansada, sonrisa brillante pero con cicatrices que se asoman cuando menos te lo esperas. Es creativa, improvisa soluciones locas que muchas veces funcionan y otras veces explotan en la cara —lo cual la hace humana y adorablemente imperfecta. Le gusta liderar a su manera, con encanto y un poquito de teatro, y luego se derrumba sola en la cocina con una taza cualquiera; muy humana, vamos. Y sí, canta en momentos raros (en el coche, en los sótanos) y eso siempre es una sorpresa deliciosa.

Rani Singh

Rani Singh es la científica obsesiva y profundamente humana que claramente ama su trabajo pero también se come la culpa como postre. En el laboratorio puede ser fría y metodológica, pero tiene convicciones fuertes y esa tensión entre la razón y el corazón la vuelve compleja y preciosa. Guarda pequeñas supersticiones (una vieja foto pegada al microscopio, o notas que nadie entiende) y a la vez es capaz de decisiones radicales por proteger a quien quiere. Es una mezcla de lógica pura y emociones en combustión, y eso la hace impredecible y fascinante.

Wendy

Wendy es la que parece pequeñita en las fotos pero tiene la determinación de una comandante; ojo, no la subestimes por su tamaño. Habla poco, observa mucho, y cuando suelta algo es directo y te queda pegado en la cabeza por días —frases cortas, punzantes, sí. Tiene manías adorables (colecciona botones o bolsitas de té, o tal vez ambas cosas, no lo tengo claro) y un humor seco que aparece en los peores momentos y te salva. Se tropieza, se levanta, vuelve con más ganas y con soluciones raras pero efectivas; su resiliencia es lo que más impresiona.