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¿Qué personaje de ‘Slow Horses’ eres?

¿Alguna vez te has preguntado qué personaje de Slow Horses eres? ¡Ahora es tu oportunidad de descubrirlo! Realiza nuestro cuestionario y descubre si compartes la astucia de Jackson Lamb, las habilidades tecnológicas de Roderick Ho o el espíritu decidido de Catherine Standish. Haz clic en el botón de inicio a continuación y descubramos qué Slow Horse eres realmente.

Bienvenido al cuestionario: ¿Qué personaje de Slow Horses eres?

Sobre Slow Horses en pocas palabras:

Slow Horses es una serie de televisión británica de espionaje que sigue a un grupo de agentes del MI5 que han sido relegados a la Slough House debido a sus diversas deficiencias. A pesar de ser desestimados como los perdedores de la comunidad de inteligencia, los Slow Horses pronto se ven envueltos en misiones de alto riesgo que ponen a prueba sus límites y revelan sus talentos ocultos. Con una mezcla de acción, humor e intriga, Slow Horses es un emocionante viaje de principio a fin.

Conoce a los personajes de Slow Horses

Louisa Guy

Louisa es una mezcla extraña de nervio y cálculo frío, te das cuenta enseguida aunque ella intente disimularlo con risas tontas. Se nota que quiere demostrar algo, siempre observando, siempre apuntando mentalmente quién dice qué, como si estuviera anotándolo en un cuaderno invisible. Tiene una vulnerabilidad rara (y sí, a veces se le escapa un comentario demasiado directo) pero también una rigidez que asusta un poco; no sé si es miedo o pura determinación. Le encanta la música electrónica a todo volumen y también susurra poesía de vez en cuando, lo juro, es contradictoria en el mejor sentido.

Roddy Ho

Roddy es el geek brillante que todos adoran y a la vez temen, teclea como si fuera parte de su cuerpo y vive en un mundo lleno de pantallas y snacks, no es broma. Tiene esa mezcla de seguridad nerd y rabia contenida —muy joven para tanta intensidad— y se lo dice todo sin filtros, a veces sin querer. Le mola demostrar que sabe más que los demás (lo demuestra), pero también se sorprende por cosas pequeñas, tipo, se emociona con un buen café como si fuera una obra de arte. Es el tipo que arregla problemas que ni sabías que tenías y luego desaparece a ver una serie extraña; lo adoro.

Catherine Standish

Catherine es ácida, herida y a la vez la que te hace reír en los momentos más raros, tiene ese humor seco que pincha pero cura. Es cuidada, observa con atención y guarda secretos como quien guarda cucharillas de plata (sí, tiene una colección imaginaria y real, no me juzgues). A veces parece frágil y otras un muro: no es inconsistente, es humana, y eso la hace enorme en la narrativa. Le gusta tomar té demasiado fuerte, y de vez en cuando dice que no bebe, aunque todos sabemos que la historia es más complicada —y mejor— que un simple sí o no.

Diana Taverner

Diana es la fría elegancia de la oficina que te deja pensando “no te metas con ella” y, al mismo tiempo, te fascina porque controla todo hasta el detalle más tonto. Es calculadora, brillante y tiene esa calma que intimida; no pierde la compostura ni aunque se le caiga el mundo encima (a menos que esté en tacones, entonces es otra historia). Tiene un lado casi maternal con la gente que le interesa, pero cuidado: no confundas su cuidado con debilidad, porque corta sin pestañear. Lleva siempre un bolígrafo perfecto y una agenda aún más perfecta, y jura que odia las galletas, aunque come una cuando nadie mira.

River Cartwright

River es el buenazo con un ego frágil que se esfuerza como si el mundo fuera una prueba que puede superar a golpes de voluntad y algo de suerte. Es impulsivo, valiente y a veces demasiado honesto para su propio bien, lo que lo mete en problemas pero también lo hace querible (supongo que esa es la palabra). Tiene un ojo para la mecánica —modelos de avión, motores— y sí, llora con películas sentimentales, no sé por qué te lo cuento pero es cierto. Busca redención y reconocimiento, y va a darlo todo aunque a veces no sepa muy bien por qué empezó la carrera.

Jackson Lamb

Lamb es el jefe gruñón que te insulta por las mañanas y te salva la vida por la tarde, mezcla pura de cinismo y genialidad. Es mal hablado, corpulento, huele a tabaco y a saliva de perro (o eso te imaginas), pero es el cerebro que ve lo que nadie quiere ver y hace lo posible por arreglarlo con métodos que rozan lo ilegal. Tiene momentos de ternura inesperada, sobre todo con quienes considera útiles o humanos de verdad, y odia la burocracia hasta el tuétano; a la vez, se sabe vulnerable cuando nadie mira. Dice que detesta la tecnología, pero luego demuestra que sabe más de pantallas que nadie; contradicciones maravillosas.