Sobre The Vampire Diaries en pocas palabras:

«Los Diarios del Vampiro» es una serie de televisión cautivadora basada en la popular serie de libros del mismo nombre de L.J. Smith. Ambientada en el pueblo sobrenatural de Mystic Falls, la serie sigue las vidas de Elena Gilbert y sus amigos mientras navegan por las complejidades del amor, la amistad y la constante amenaza de seres sobrenaturales. Llena de romance, drama y una buena dosis de elementos sobrenaturales, «Los Diarios del Vampiro» ofrece una mezcla cautivadora de misterio e intriga. La serie teje hermosamente temas de lealtad, sacrificio y la lucha eterna entre el bien y el mal, convirtiéndola en una visita obligada para los fanáticos del género sobrenatural.

Conoce a los hombres de Vampire Diaries

Damon Salvatore

Damon es el caos encantador que no puedes dejar de mirar; borde, sarcástico y terriblemente gracioso cuando menos lo esperas. Vive para romper reglas y para esas miradas intensas a medianoche, aunque jura que odia las mañanas y después se queda dormido en el sofá con su taza de café fría (sí, café). Tiene una capa de cinismo que se rasga de vez en cuando y deja ver que en el fondo es… bueno, algo sentimental, aunque no lo admitiría ni con tacos. A veces actúa como el villano, otras como el mejor amigo que te empuja a hacer locuras; confunde, fascina y, honestamente, te hace reír hasta llorar.

Stefan Salvatore

Stefan es el clásico buen chico torturado: serio, protector y con una moral que a veces chirría con sus decisiones, ¿recuerdas? Ama la estabilidad, leer libros tristes y cuidar jardines (sí, jardinería vampírica, suena raro pero es real) y tiene esa mirada que dice «aviso de drama» cada vez que aparece. Es el tipo de persona que se sacrifica por los demás y luego se pasa horas culpándose, pero también le encantan las cosas cursis —creo que tiene una lista de películas románticas que nadie conoce. A veces es calmado y casi monástico, otras veces explota en pasión, lo que lo hace imposible de predecir.

Klaus Mikaelson

Klaus es puro poder con una capa de teatralidad y un ego gigantesco, y sí, también es capaz de hacer caramelos caseros para sus días malos, no preguntes por qué. Es aterrador, magnético y tiene un sentido de humor muy sui generis; puede ser cruel en un segundo y luego mimarte como si fueras lo único que importa en el mundo (confuso, lo sé). Le gusta el control, los planes elaborados y, extrañamente, cuidar a pequeños animales cuando nadie lo ve —no sé si eso lo redime o lo empeora, pero es adorable en su rara forma homicida. Siempre parece estar calculando tres movimientos por delante, pero a veces lo ves bailar en la cocina como un humano normal, y ahí lo pierdes todo.

Tyler Lockwood

Tyler es el chico de al lado convertido en lobo: impulsivo, protector y con un temperamento que puede explotar como un coche averiado, pero con un corazón enorme debajo de esa rabia. Le importan muchísimo sus amigos y su familia, y aunque actúa como si no le doliera nada, guarda inseguridades enormes (y colecciona camisetas de fútbol, o era de bandas? no me acuerdo, algo así). Es competitivo, le encanta la adrenalina y sí, tiene una relación complicada con su propia fuerza—literalmente—y con el amor, que lo pone todo patas arriba. A veces es torpe y dulce, otras es feroz y ultra-masculino; es como si dos chicos vivieran en uno y ninguno quisiera pedir ayuda.

Elijah Mikaelson

Elijah es la elegancia personificada: formal, honorable y con una educación que podría dejarte hablando en susurros, pero ojo, también tiene un sentido del humor seco que aparece cuando menos lo esperas. Siempre actúa por un código, protege a su familia con una lealtad casi dolorosa y, a la vez, guarda un romántico secreto: colecciona perfumes raros y veía comedias románticas cuando era más joven, no sé por qué lo digo pero lo imagino. Su presencia calma una habitación; habla despacio, decide aún más despacio, y sin embargo a veces toma decisiones impulsivas por amor o por orgullo, lo que es tan humano que duele. Tiene un aura de tragedia clásica y a la vez unos gestos tan cotidianos —preparar té, ordenar libros— que te hacen querer entenderlo más.